Jiro

viernes, 10 de agosto de 2007

Era de noche, una noche muy distinta a todas las demás. La luna llena brillaba en todo su esplendor pero las densas nubes impedían que ningún mortal pudiera contemplarla. Gracias ello pude salvar mi vida. Nuestro ataque a media noche pretendía acabar con todos, pero nos estaban esperando. La batalla fue una masacre y solo algunos logramos escapar con las pocas fuerzas que nos quedaban.

Mientras caminaba por el bosque las horas pasaban como si fueran días, apenas podía mantener la llama con la que iluminaba el camino. El silencio y la oscuridad se apoderaban de mi a cada paso que daba. Parecía que los animales tenían miedo y habían decidido esconderse hasta que llegará el día.

De repente una brisa de viento permitió a la luna aparecer entre aquellas densas nubes. Cuando quise darme cuenta ya era tarde, allí estaba él. Apareció de entre las sombras, era como si se hubiera sincronizado con la Luna. Enseguida supe de quién se trataba. Nunca antes le había visto, ni conocía a nadie que lo hubiera hecho, ni siquiera me creía que existiera. Era como si fuese una historia que había sido inventada para aterrorizar a los más cobardes y asustar a los niños. Desgraciadamente para mi era real. Su túnica azul y oscura como la noche, su cabeza afeitada, su pose en guardia esperando la lucha y, sobre todo, su katana manchada con ríos de sangre le hacían único e inconfundible. Cualquier otro ser humano al verme en el bosque hubiera pedido clemencia por su vida, pero en este caso era yo quién tenía que hacerlo.

Existían miles de leyendas que hablaban de él. Las más antiguas decían que era un hombre tranquilo, amable, pacífico con un trabajo honrado, era un hombre como cualquier otro y que como mortal siempre se había preguntado sobre el significado de la vida. Un día decidió retirase al Tibet y convertirse en monje. Pensaba que allí encontraría la respuesta. Fue en el templo de la montaña más alta, donde solo los más fuertes y valientes habían podido llegar, el lugar que escogió para su retiro. Sus hermanos le enseñaron a dominar su mente, su cuerpo y el arte de la espada. Tal fue su dominio de la espada que fueron muchos maestros los que fueron a buscarle al templo para enfrentarse a él. La leyenda del gran maestro de la espada había comenzado. Al principio solo aparecían en el templo para aprender del maestro, pero poco a poco aparecieron los más osados que quería demostrar que eran mejores, y lo único que consiguieron fue la muerte y extender su leyenda. Entonces, tal y como había llegado al templo se fue y desapareció. Algunos piensan que fue expulsado por sus hermanos cansados de tanta muerte sin sentido, otros creen que simplemente se canso de luchar contra rivales tan débiles. Con el tiempo, se convirtió en una historia de charlatanes que viajan de pueblo en pueblo y su verdadera existencia se puso en duda.

Cuando aparecimos nosotros, los humanos nos temían y, durante un tiempo, nos creímos capaces de dominar el mundo. Eramos infalibles en cuando atacábamos, ningún pueblo sobrevivía y nunca habían logrado herir a uno de los nuestros. Hasta que un día en el poblado como otro cualquiera en medio de la montaña, un sólo hombre logró aniquilar a 13 de los nuestros con su espada. Ese fue el comienzo en el que los hombres dejarían de temernos. La historia se repitió una y otra vez, y siempre era un único hombre el que lograba acabar con los nuestros. No sabíamos quien era ese hombre ni si existía de verdad, pero cada vez más de los nuestros morían y más historias aparecían del gran maestro de la espada. Todas contaban lo mismo, el gran maestro de la espada cansado de luchar contra humanos había vuelto de su escondite para luchar contra rivales más dignos y aniquilarnos a todos nosotros. Para muchos el asesino del templo del Tibet se había convertido en un héroe, para otros solo había encontrado otros seres que matar.

Seguramente fue él quien advirtió de nuestro ataque y ahora nos estaba buscando por el bosque para acabar, uno por uno, con todos los que habíamos logrado huir. Pero no podía estar más equivocada. Apenas me miro durante un segundo, envainó su espada, se giro y continuó su camino. No entendía nada, pero no podía quedarme sin saber cuál era su nombre. Se lo pregunte antes de que pudiera perderle de vista, él se giro, me miró y con una tenue voz de alguien que se encontraba perdido me dijo: "mi nombre es Jiro". En ese momento, su voz y sus breves palabras me hicieron comprender que no era él el quién había escogido matar. Para Jiro no existía el bien o el mal, solo vagaba por el mundo intentando buscar respuestas que nunca encontraría, luchando por sobrevivir y defendiendo aquello que le parecía injusto. Para algunos era un héroe, para otros un asesino. Cuando quise volver a hablar con él, ya había desaparecido.

Jiro nunca se dará cuenta que el significado de su vida es equilibrar la balanza entre el bien y el mal. Siempre seguirá vagando y buscando aquello que tanto ansia. Tal vez algún día nuestros destinos vuelvan a cruzarse, y entonces pueda darle una respuesta. Después, me veré obligada a matarle.


Bueno, y esta historia a que viene, pues no podía evitar crear un superhéroe sin ponerle una historia. Así de paso me introduzco en el mundo de los relatos, del que puede que salga pronto. Lo mío no es escribir, prefiero los números, así que no seas muy duros conmigo.

Tenéis la aplicación para hacer vuestro propio superheroe en UnderGround Online.

Visto en HacheMuda

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Los héroes... me aburría y he estado pensando en héroes televisivos que he tenido de pequeño y estoy un poco confuso, veamos.

He-man: Aquetipo del gay moderno, musculoso, rubito y con pelo de hongo, su mejor amigo era un tigre, le gustaba que le llamasen príncipe, vestía semidesnudo, con botas de piel y decía que él tenía un poderr...

Goku: Vivía para la lucha, no dudaba en dejar a su mujer en casa con tal de luchar. El único acto de comprensión con una mujer que se le conoció fue cuando salvó la vida a c-18, una mujer.

Oliver: Pasaba de las chicas porque su mejor amigo era un balón...

Nobita: Vivía con un gato que hablaba y azul que no hacía más que darle cosas que sacaba de un bolso. En ocasiones hacía viajes al "futuro" y al "pasado" sin salir de su habitación a través de un cajón mágico...

Asique como no soy violento, misógino, drogadicto, ni gay he dilucidado que los héroes no tienen ninguna influencia sobre mí, ni sobre la sociedad en general.

e ahí mi reflexión.

el texto bien eh:¬)